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El amado

Yo os ruego, mujeres de Jerusalén,
    por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desveléis ni molestéis a mi amada
    hasta que ella quiera despertar.

Segundo Canto

La amada

¡La voz de mi amado!
    ¡Miradlo, aquí viene!
Saltando por las colinas,
    brincando por las montañas.
Mi amado es como un venado;
    se parece a un cervatillo.
¡Miradlo, de pie tras nuestro muro,
    espiando por las ventanas,
    atisbando por las celosías!

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